Abre Aleph
Entonces cerré los ojos.
En la extraña tarde y antes que fuera casi noche tomé una fotografía:
El hotel El Mirador está enclavado en la ladera de una montaña, el centenar de habitaciones construidas a diferentes alturas copian el curso caprichoso de la naturaleza, todas miran al mar. Se accede a cada una por estrechos corredores y escaleras que se entrecruzan y donde resulta fácil perderse, el restaurante comprende tres amplias terrazas que balconean una sobre otra, en la segunda planta hay una antigua cámara cinematográfica y fotografías de todas las celebridades que lo han visitado.
Cuando dije que partiría a Acapulco en un viaje de tres días para ver una película, mi hermana mayor me encargó un rebozo, Claudia un alebrije, mi hermana menor no me creyó una palabra.
Sentado en la tercera planta del restaurante ordené un caballito Don Julio. Tomé la cámara y revisé las fotografías. En la Avenida Costera Alemán 2010 había una galería de arte clausurada con una única obra a la vista:
Después, esta dirección: Plazoleta La Quebrada número 74. Hotel El Mirador hoy, 14 de agosto de 2014.
Ayer vine a ver el lugar, era más o menos este lugar. Ayer el camarero dijo: -Buenas tardes, ¿qué desea ordenar?, en cambio hoy dijo: -Ordene usted. De ayer a hoy nada ha cambiado.
La luz si, la luz ha cambiado.
Ahora los rayos de sol que bañan el acantilado proyectan en el mar una gran mancha oscura.
Pasaron dos horas, quizá más, luego el botones del hotel se acercó y me entregó una esquela que decía: “Encuéntreme en la terraza del hotel Casablanca”.
El 15 de febrero de 2003 en el hotel “El Panamá” en la ciudad de Panamá, un hombre a quien yo jamás había visto se sentó a mi mesa y me habló de la red Aleph, me dijo: -nadie conoce el propósito final de Aleph, la forma en que opera, su organización y quién dirige el Centro es lo que nos disponemos a averiguar. Me dijo que Aleph copiaba al mundo real y que todo el pasado estaba ahí. Me advirtió de los riesgos, -siempre que uno emprende un viaje hay riesgos –dijo-. Antes de retirarse me entregó una computadora, un teléfono y un código.
Al otro día, en la habitación 321 del hotel Westin Camino Real de la ciudad de Guatemala encendí la máquina y al tiempo llamaron al teléfono: -diga el código, dije el código, luego la pantalla se iluminó y pude leer:
Ciudad de Guatemala 16 de febrero de 2003 13:32 14 Calle 0-20 Zona 14 Hotel Westin Camino Real Habitación 321.
Cuando regresé a Buenos Aires yo seguía estando en Guatemala en Aleph, para volver tuve que tomar un avión de línea; el avión, el número de vuelo y la duración del viaje todo era real, el resto debía imaginarlo.
Yo imaginaba estar en un avión de regreso a Buenos Aires, al principio pensé que viajaba solo, cerré la máquina y esperé.
Cerca de las siete volví a abrir la máquina, un murmullo, algo parecido a un monólogo interior se escuchaba en francés. El hombre a mi derecha dijo: Le silence de la mer, luego tradujo: El silencio de Francia. ¿Es una película? –pregunté, ¿están proyectando una película?.
El hombre dijo:
Où est la différence entre un feu de chez moi et celui-ci? Bien sûr le bois, la flamme, la chemienée se ressemblent. Mais non la lumière.
Celle-ci dépend des objets qu’elle éclaire, -des habitants de ce fumoir, des meubles, des murs, des livres sur les rayons…
Un poco más adelante pude escuchar esa misma frase en la película como si el hombre la hubiera repetido de memoria. Lo siento –dije-, no hablo francés. Entonces el hombre emitió un ¡Ah!, pero entonces usted no es… dijo eso y enmudeció.
Apagué la máquina, cené y me dormí. Esa noche soñé que retornaba al hogar.
Aleph fue un proyecto llevado adelante por la Unión Soviética durante la segunda guerra cuando Rusia pensó seriamente que podía perder la guerra. La red debía crear la ilusión que uno se encontraba en suelo ruso aún cuando Rusia hubiera dejado de existir.
¿Cómo se hace para crear la ilusión de estar en un lugar que ha dejado de existir?, ¿qué palabras debían ser pronunciadas?, ¿en qué orden?, ¿qué imágenes acudirían entonces?
Para contestar a esto es necesario remontarse a la Viena finisecular. Fue Leopold Meyerbeer quien sentó las bases de la lógica de signos que gobierna Aleph y cuya teoría se encuentra plasmada en un libro que otros escribieron y que lleva el título de: Principia Aleph. En vano he tratado de dar con ese libro.
Leopold nace en la ciudad de Viena el 14 de agosto del año 1900 en el seno de una familia acaudalada.
Su padre, asiduo colaborador del diario Neues Wiener Tagblatt se movía en el círculo burgués de las finanzas, fue miembro del comité fundador y primer presidente del directorio del Oesterreichische Creditanstalt.
Leopold fue enviado al Akademisches Gymnasium que era lo habitual para los niños de su clase y el colegio preferido de los liberales seculares y también de los judíos.
En Viena el arte gozaba de una importancia similar a la del saber racional. El arte estaba ligado con el estatus social, en especial en Austria donde las artes representativas como la música, el teatro y la arquitectura ocupaban un lugar central en la tradición de la aristocracia católica.
No es de extrañar que su padre lo introdujera en la cultura estética desde pequeño. A partir de la década de 1860, dos generaciones de niños de familias adineradas se criaron en los museos, los teatros y las salas de conciertos de la nueva Ringstrasse. Adquirían cultura estética no como lo habían hecho sus padres, como un ornamento para la vida o una marca de estatus, sino que lo incorporaban como el aire que respiraban.
Cuando todos pensaban que Leopold sería concertista de piano o director de orquesta, este se inclinó por la matemática y la lógica. Su madre lo recuerda como un niño tímido y retraído, propenso a las enfermedades y sin ninguna ambición personal.
A la edad de 10 años, Leopold domina a la perfección cinco lenguas, el alemán, el francés, el inglés, el ruso y el yiddish.
De todos los personajes ilustres que pasan por la residencia de su padre incluyendo al arquitecto Loos y a su protegido Oskar Kokoschka, ninguno concita más su atención que Herzl y su idea mesiánica: La creación de Sion.
Herzl de manera consciente y explícita reivindicó el sueño, la fantasía consciente, el inconsciente y el arte como fuentes del poder necesario para moldear y superar una realidad social refractaria. El sueño no es tan distinto de la acción como muchos creen escribe. Toda actividad humana comienza como un sueño y vuelve a convertirse en sueño.
Como el Prometeo de Goethe, Herzl pretendía crear una nueva raza de hombres que surgiera de su potencia creativa y desafiara la realidad.
Leopold cursa sus estudios en la universidad de Viena y se doctora muy joven con un ensayo titulado: La ilusión del tiempo. Ahí conoce al que sería su gran amigo y mentor Max Langer, ferviente comunista e ideólogo de la efímera república soviética de Baviera, Max lo introduce en el Círculo de Viena que en ese momento se encuentra en plena discusión de la obra de Wittgenstein. En el número 2 de la Michaelersplatz Leopold pasa largas horas estudiando la lógica de Frege.
Más adelante y por consejo de su tío emprende un viaje a América de donde saldrán sus cuadernos de viaje, en ellos escribe la ciudad imaginada, la ciudad que puede ver y por último la ciudad que recuerda, están todos escritos en tiempo presente y comienzan todos de la misma forma: dann sah ich den himmel (entonces vi el cielo), al final es difícil saber cuál ciudad de todas las que ha escrito corresponde a una ciudad real.
A su regreso se recluye en una pequeña cabaña en Altaussee, al norte del lago Traunsee, se retira ahí por tres años a pensar su lógica.
Al igual que Hegel rechaza el principio de identidad pero también el principio del tercero excluido. Asume que el signo es. A diferencia de Morris, no se detiene a pensar qué es signo o por qué hay signo, sabe bien que eso lo llevaría a una ontología, a una metafísica que todos los del Círculo rechazan. El signo es una falsificación, lo que está puesto en lugar de otra cosa, sin embargo cuando se le pregunta que hay detrás del signo, lejos de responder otros signos, dice: Detrás del signo está la forma. Pero no se engaña, sabe que diciendo eso no ha hecho más que introducir nuevos signos. Entonces dice: la forma es impronunciable e incognoscible.
Comienza preguntándose ¿qué es el número?, el número es signo, pero; ¿cuál es la naturaleza de ese signo? Reconoce que Uno, Dos y Tres son signos de naturaleza completamente diferente en cuanto a lo que dicen del mundo. Dice: una casa, luego reduce y dice: esta casa de la cual ve un fragmento, concluye que es imposible ver. Cuando la serie de signos s1, s2, s3 producen el signo S y el signo S recuerda s1, s2 y s3 hay memoria y razón lógica. Se pregunta como la mente logra reducir los signos, como se expanden, se transforman, crean otros signos y finalmente se extinguen. Pero una sucesión de signos implica que algo acontece antes que algo o después de algo, entonces se pregunta ¿qué es el tiempo? Y se responde: el tiempo es signo.
Regresa de Altaussee con una obra inconclusa la cuál presenta serias inconsistencias y con la salud quebrantada producto del enorme esfuerzo mental y la índole de sus meditaciones.
En la residencia de su padre se detiene a observar la naturaleza, se cierra, no habla con nadie. A veces un pensamiento feliz parece embargarlo y entonces se incorpora de un salto para luego caer nuevamente en el sillón cubriéndose el rostro para no ver. Los rumores no tardan en llegar, el profesor Meyerbeer se ha vuelto loco.
Su amigo Max, ahora funcionario de la Comintern acude en su ayuda, pasa un año examinando y ordenando su obra, descubre una posibilidad de encuadrar su lógica dentro de un programa especial destinado a salvar a Rusia en caso de ser destruida, el programa lleva el nombre clave de Lluvia Roja. Cuando la posición de los judíos se vuelve insostenible en Austria la familia Meyerbeer emigra a los Estados Unidos, Leopold tomará la dirección contraria, viajará a Leningrado.
Pero después de todo, ¿qué clase de lógica puede salvar a Rusia del desastre de una guerra?,
Lo que Leopold se propuso fue elevar a Rusia a un universo simbólico, impulsó una forma de recuerdo, artificial pero no por eso menos real. Si Rusia desaparecía podría ser reconstruída intacta a partir de una compleja operación de signos. ese artificio le permitía recuperar el pasado pero también todo el futuro.
Para esto es necesario ejercer un control sobre lo que vemos y lo que no vemos. ¿Está Rusia preparada para el sacrificio?, Sí, lo está. -le responden. Piatakov dice: Si el partido lo exige, un auténtico bolchevique estará dispuesto a creer que lo negro es blanco y lo blanco negro. En el fondo no hay ninguna diferencia.
El horror de la guerra lo encuentra en Leningrado, ahí diseña la evacuación del Hermitage.
La luz, la calefacción, los transportes desaparecen, la ciudad carece de víveres, sus habitantes mueren de hambre, el día es noche, al calor de las bombas incendiarias Leopold Meyerbeer piensa y agota su lógica. El proyecto Lluvia Roja ha cambiado de nombre, ahora se llama Red Aleph.
El 8 de mayo de 1945 el Ejército Rojo entra en Berlín, es el fin de la guerra, declaran entonces: Roma cayó, Troya cayó, Leningrado no cayó. Atrás quedó un encuentro con el arquitecto Loos cuyas construcciones geométricas y racionales permitirán la construcción de una casa siguiendo los principios de Aleph, una casa que mira a occidente y a oriente, una casa con sus dependencias repartidas en diferentes puntos del globo. En Aleph todo tiene memoria pero también existen objetos que es posible atravesar produciendo un salto en el tiempo y en el espacio. La mayoría de estos objetos son cuadros, cuadros en un museo.
Inmediatamente pasada la guerra, comienza la reconstrucción. Todos los grandes arquitectos de la Unión Soviética trabajaron en el gran proyecto de reedificación de la ciudad, comenzaron discutiendo la construcción de una nueva Leningrado, pues la tarea de descombrar y levantar otra vez la ciudad destruida parecía una labor imposible para algunos especialistas. Leopold Meyerbeer se opone y sugiere rehacer la ciudad sobre sus escombros.
En 1950 un nuevo temor se apodera de Rusia, la posibilidad de una guerra total con occidente. Cuando Francia pregunta acerca de la posibilidad de que Rusia inicie una guerra, alguien responde: -¿Cree usted que las gentes serían capaces de reconstruir su ciudad, plantar árboles y engendrar hijos si pensaran que acaso tienen que marchar mañana a lo que ustedes llaman en occidente una guerra de agresión soviética?
El pueblo ruso no desea la guerra, ha perdido 17 millones de ciudadanos, hombres, mujeres y niños pero también es cierto que a la vez que desean la paz también temen la guerra. Creemos que a la larga la guerra será inevitable, Occidente atacará algún día a la pacífica Unión Soviética. Si tocan nuestro territorio nos defenderemos, nuestro pacifismo no es una confesión de debilidad.
Es bueno notar que a todo lo largo de la historia rusa, este pueblo rara vez ha hecho una guerra de agresión. En todo caso, nunca ha ganado una guerra de este tipo.
La noche del domingo 10 de agosto de 2014 acababa de cenar y me disponía a la lectura. Había comenzado a releer El temblor de la falsificación de Patricia Highsmith, antes había abandonado Una cuestión personal de Kenzaburo Oé y antes de antes había leído El Cielo Protector. Todos esos libros que habían llegado a mí de manera fortuita estaban en una cierta relación con África.
Me levanté y me serví un whisky, vi a través de la ventana la luz roja de una antena, un avión torcía el rumbo en dirección a Aeroparque y dos nuevos edificios comenzaban a levantarse sobre la avenida Cabildo.
¿Y si volviera al estudio de las gramáticas de Chomsky o a la lectura de los pasajes? Me di cuenta que ya no anhelaba nada.
¿Y esa posibilidad de montar una obra de teatro?, tampoco quería eso. Fue esa noche en la que volví. Encendí la máquina y entré en Aleph.
Bajé a la calle y tomé un taxi que me dejó en la esquina de Carlos Calvo y Perú en el barrio de San Telmo, existe ahí un bar llamado El Federal, me dirigí a la vieja sala de fumadores. Yo conocía bien El Federal, había ido ahí muchas veces en mis horas de almuerzo pero nunca había entrado en Aleph, la sala de fumadores es una pequeña sala con sus paredes plagadas de afiches con antiguas publicidades y dos ventanas de medio punto que dan al salón principal.
En la sala había una mujer.
Le pregunté si podía sentarme a su lado y todo lo que recibí por respuesta fue: ¿Qué ves?
Escribí para ver y vi:

Me sorprendió ver eso, le dije que veía una imagen abstracta pero estaba seguro que eso no existía en el mundo real. Me respondió:
-Claro que existe en el mundo real pero no tiene registro y no puede atravesarse.
-¿Y qué significado pude tener?
-Tal vez sea un relato o una única palabra.
Me senté a su lado, le pregunté si pensaba que Aleph seguía estando controlada por los rusos. Me refirió entonces la siguiente historia:
-Hace un año viajé a Praga.
La noche del 20 de agosto de 1968 el ejército soviético y las tropas del Pacto de Varsovia ocuparon Praga.
Jan Prochazka llama a la resistencia, quitan los nombres de las calles, escriben en las paredes en lengua checa porque no le escriben al ocupante, pintan en las señales otras señales. Cuando los rusos preguntan, se encogen de hombros o dan falsas indicaciones. Convierten a Praga en un laberinto.
En el número 15 de la calle Husova alguien escribe: “Resistamos, como la flecha resiste al arco, para ser, unidos en el salto, algo más que la sola flecha. El permanecer está en ninguna parte”.
Si hoy vas a Praga y te detenés en el número 15 de la calle Husova vas a ver una pared desnuda, pero cuando yo estuve en Praga en Aleph, en el número 15 de la calle Husova desde los apartamentos Pushkin donde yo me alojaba aún pueden verse esas palabras.
¿Vos crees que si los rusos controlaran Aleph hubieran permitido eso?
Poco después me encontré con un amigo que había regresado de un viaje a Islandia, me dijo que había tomado más de mil fotografías, le pregunté si había estado en Praga, me respondió que conocía toda Europa, pero cuando le pregunté qué recordaba de Praga dudó y al final terminó reconociendo no estar seguro si lo que recordaba era Praga o Viena, yo en cambio recordaba muy bien mi viaje a Praga porque en ese viaje vi trece imágenes y las vi en un orden preciso.
¿Leíste el arte de la memoria de Yates?
No –respondí.
A Simónides de Ceos se le atribuye ser el inventor del arte de la memoria, Cicerón hace hincapié en que la invención de Simónides radica en la importancia que tiene el orden para la memoria.
Lo que el orador antiguo desea recordar es un relato. Para eso selecciona una cantidad de lugares y coloca en esos lugares imágenes que inducen los temas que ha de tratar, existen reglas para las imágenes, la primera de las cuales es que hay dos clases de imágenes, una para las cosas, otra para las palabras. La memoria de cosas confecciona imágenes para recordar un argumento, por su lado la memoria de palabras ha de encontrar imágenes para recordar cada palabra individual.
-Tengo que irme –dijo a modo de conclusión-. No quedaba nadie en El Federal, salí a la calle y caminé por Carlos Calvo en dirección al mercado de San Telmo. ¿Qué recordaba de esa calle?, en la esquina la librería Fedro, más adelante unas casas multifamiliares de techos bajos y el centro cultural Rosa Luxemburgo, no recordaba nada más, quité la vista de la pantalla y miré aquello que me rodeaba, a mi derecha un cuadro de Aristide Maillol, una dama victoriana mira de perfil más allá del cuadro con un fondo de mar sereno, su mano izquierda toca el ala de su sombrero. A mis espaldas El jardín de las delicias y sobre la otra pared el oscuro cuadro de Rembrandt: Hombre con yelmo dorado. Me levanté a buscar una cerveza, me pregunté que imagen tendría alguien que nunca hubiera estado en El Federal o alguien que pasado tanto tiempo apenas pudiera recordarlo, sería otra imagen, sería como decirme a mi un bar en la ciudad de Rangún sobre el afluente del rio Irawady, entonces Rangún e Irawady se volverían una completa abstracción terminada en la arquetipo ciudad y rio.
Al volver vi en la pantalla:
Carlos Calvo y Bolivar, Mercado de San Telmo
Atravesé el mercado, todos los locales estaban cerrados a esa hora, antes de salir al otro lado de la calle escuché que alguien me llamaba:
-¡Señor!, distinguido señor, aquí, antes de retirarse concédame el honor de visitar mi humilde tienda.
-¿Qué vende? –le pregunté
-¡Oh! señor, le sorprendería saber, pero tengo aquí toda clase de objetos extraños. ¡Venga!, venga, pase, sea usted bienvenido. Vea esto.
Escribí para ver y vi:

-Es una tarjeta postal, ¿qué tiene de objeto extraño?
-Claro, claro, pero vea el registro, esta postal está fechada en 1953, sin embargo fue escrita en 1987, ahora vea del otro lado, vamos, vea.
Di vuelta la postal

-¿Lo ve?, el registro no coincide, la postal ha sido escrita el 19 de mayo de 1999, es un objeto imposible, el registro ha sido vulnerado.
-Muy extraño –respondí, pero no me interesa.
-¿No le interesa?, bien, vea esto otro. ¿Lo ve?
-¿Conoce usted de pintura?
-No. ¿Qué es?
-El surrealismo, el arte abstracto estuvieron prohibidos en la Unión Soviética, solo por eso este objeto ya es de por si interesante.
Es una fotografía del falso espejo de Magritte.
Ahora imagine esto, un ojo, un ojo real ha visto a través de un ojo mecánico un espejo que refleja solo una parte de la realidad. El ojo es una puerta que separa el mundo real del irreal, la vigilia del sueño. Pero luego está su ojo, el que ve ahora, ¿ve la obra?. El espejo representa la confusión de identidad del falso yo, está inspirado en un verso de Paul Eluard que dice: "En los ojos más sombríos se encierran los más claros"
Vea el registro, 14 de agosto de 1992, ¡dígame ahora que no está interesado en el pasado!
-Pensé unos segundos y le respondí: El pasado son solo recuerdos, mejor quedarse con los pequeños recuerdos.
-Ya veo –dijo apesumbrado- No está interesado en el pasado, ¡Y el futuro! ¿Qué me dice del futuro?
-¿Qué futuro?
-El futuro, aquello que desconocemos, aunque en los días que corren tenemos más certeza de aquello que aún no ha ocurrido que de nuestro propio pasado. Decimos hace un año, decimos dentro de un año y damos a esas sentencias el mismo valor como si un día fuera igual a otro. El pasado y el futuro son solo una ilusión, pensamos el futuro a partir de nuestro propio pasado porque no nos atrevemos a ver más allá. Esto que voy a mostrarle es el fragmento de una película, una película que se está haciendo, nadie conoce el desenlace.
El viejo conocía su oficio, poco a poco me fue envolviendo y mi interés comenzó a crecer.
¿Qué clase de película podía verse en Aleph?, -¿de qué trata la película? –le pregunté
-Ya lo verá. Tiene un título provisorio: Buenos Aires, hora cero.
Para ver la película necesita un proyector, yo puedo proporcionárselo, además tengo una carta del director. ¡Dígame si todo esto no vale 900 rublos!
Salí del lugar con el proyector, la película y la carta y regresé a casa.
Lo primero que hice fue revisar el registro del proyector, el registro contenía todas las películas que había proyectado, en este caso solo dos películas: Buenos Aires hora cero y luego Hace un año en Marienbad todo sobre una misma traza, eso significaba que habían sido vistas por la misma persona. Yo en cambio recordaba bastante bien la película Hace un año en Marienbad por haberla visto en uno de esos ciclos de cine francés que se proyectaban en el teatro San Martín pero también había leído el guión.
Toda la película es un despropósito. Se trata de la historia de un asedio, los personajes parecen vivir en un tiempo siempre presente, a cada rato la película parece volver a comenzar. X le propone a A irse con él, le dice que se lo ha prometido hace un año en Marienbad, le muestra una fotografía como prueba, aún así ella no parece recordarlo, viven en un hotel que se parece a un museo, afuera, sus jardines geométricos dan la idea que más allá de esos jardines solo existen otros jardines y otros museos. M que siempre gana en el juego, no importa las chances que dé a sus contrincantes, acabará por perder a A, que se va con X. A pesar de los ruegos de A a M para que no la deje partir, éste, inexplicablemente, no opone resistencia. M vuelve a buscarla demasiado tarde.
Luego vi la carta:

Monté la película en el proyector y vi:
Revisé el registro de la película. Había dos hoteles. La entrada al hotel correspondía al hotel Bolivar en la calle Bolivar 886, sin embargo, la escalera y el interior de la habitación 2 había sido filmada en el hotel Bolivar de la calle Bolivar 1356, el diálogo tenía lugar en el bar La poesía en la esquina de Bolivar y Chile también filmada esa tarde. Todavía no era medianoche, quise ir a ver los lugares, un taxi me dejó en la calle Bolivar 1356, toqué timbre y una mujer joven abrió la puerta.
-Hola, estuvieron filmando esta tarde
-¿Qué?
-¿Cuánto cuesta una habitación?
-Doscientos cinco pesos la noche
-Está bien, voy a pagarte eso y voy a darte cien pesos más porque me des la habitación 2
Me dejó pasar, le pagué y me entregó la llave. Subí la escalera, antes había visto la escalera que representaba una escalera de noche, ahora subía la escalera la noche del mismo día. Había entonces un tercer hotel. La habitación era amplia, no había ningún cuadro. Sobre el piso un resto de papel que acerqué a la luz para ver.

Caminé hasta el bar La poesía, la noche simplificaba la ciudad, entre un lugar y otro nada ocurría como si el camino recorrido nunca hubiera existido, solo el frio, el frio de una noche en invierno. Un grupo de turistas italianos hablaban en voz alta, me senté cerca de la ventana, miré el lugar, ella decía: -No veo nada y aún no había llovido. Cuando llegó la camarera a tomar el pedido vi en su rostro algo que me resultó familiar, ¡claro!, era ella, la protagonista del película.
-Ya estamos cerrando
-Vos estabas en la película que se filmó aquí esta tarde
-¿La película?, ¿usted vio la película?
-Te vi en la escalera
-¿En el museo?
-No, en el hotel, ¿qué museo era?
-Tengo que irme
-¿Podemos vernos otro día?
-No, mañana parto a México
Salí de ahí y tomé un taxi de regreso a mi casa. Ahora miraba a través del cristal las imágenes de una ciudad inmóvil que pasaban frente a mí como en una película.
A las tres de la mañana sonó el teléfono, era el teléfono Aleph.
-¿Sigue interesado en la película?
-¿Quién habla?
-El museo es una clase abstracta
-¿Qué?
-Lo que aún espera ser visto
-¿De qué trata la película?
-Es la historia de una persuasión
-La chica que vi hoy…
-Trabaja para La Resistencia. Tal vez debería venir aquí. 14 de agosto, Hotel El Mirador Acapulco México, venga por la tarde
-¿En Aleph?
-No, en la superficie
-¿Qué…?
Fue inútil, habían cortado la comunicación.
Me serví un whisky y encendí un cigarrillo, pensé si realmente quería volver a Aleph, ya antes había estado en Aleph y todo había terminado mal, recordé entonces el final de la película Place Vendôme, pensé: No siempre ocurre de la misma forma, después compré un boleto para Acapulco con escala en México DF.
Cuando llegué al aeropuerto de Acapulco era noche y llovía torrencialmente, tenía reserva en el hotel El Presidente. Yo ya había estado en Acapulco, en ese mismo hotel pero no bien llegar me di cuenta lo deteriorado y vacío que se encontraba, no había maletero, me dieron una llave del piso 9 y como no funcionaba me cambiaron a una habitación en el piso 10. Pensé que si el hotel seguía así cerraría en menos de un año.
La habitación era amplia, había una cama de doble plaza con sábanas blancas, un cuadro con una figura abstracta, una mesa redonda con dos sillas frente a una pequeña heladera y sobre la mesa de luz una Biblia, luego estaba el ventanal que daba a un balcón con mesa y sillas y una hermosa vista a la bahía. Estaba cansado, cerré los ojos y me dormí.
Al otro día bajé a la calle y desayuné en un lugar llamado Tortuga, me ofrecieron uno de esos típicos desayunos mexicanos pero solo tomé un café con tostadas y de regreso al hotel pasé por la avenida Costera Alemán 2010 compré también una botella de tequila.
A un costado de la recepción había un pequeño mostrador con un muchacho que vendía excursiones, me acerqué y tomé asiento.
-Buenos días
-Estoy queriendo ir al hotel El Mirador
-¿Es usted solo?
-Si
-La Quebrada, por supuesto, pero hay muchos otros lugares. ¿Le interesa la platería?, tenemos Taxco que sale mañana a primera hora, una ciudad colonial en la montaña donde podrá apreciar el trabajo de nuestros orfebres. Puede alquilar un yate privado para ir a Punta Diamante, arenas blancas, ni comparación con lo que se ve aquí. Tenemos también Acapulco nocturna.
Entonces mirando a los costados como si temiera ser objeto de oídos indiscretos dijo en voz baja:
-¿Muchachas?, ¿se le ofrece muchachas?
-¿Mexicanas? –pregunté con curiosidad
-No hombre, colombianas, hermosas como la luna, muy discretas y educadas,
-No se me ofrece por el momento, solo quiero ir al hotel El Mirador
-Por supuesto, El Mirador entonces. La excursión sale a las tres de la tarde de aquí, pasan por el zócalo y después van a ver los clavados.
Pasar por el zócalo significaba pasar por las tiendas del zócalo donde todo el mundo trata de venderte algo, compré el rebozo, el alebrije y una pequeña pulsera de plata para mi sobrina.
Finalmente llegamos al hotel El Mirador justo para la presentación de los clavados, miré un poco el espectáculo que me aburrió enseguida, me fui entonces al restaurante del hotel a beber algo.
Mañana volveré aquí –pensé-, nada habrá cambiado, este pájaro no cruzará el océano, este árbol florecerá, quizá no hoy, quizá no mañana, el mar volverá a retirarse.
Estuve mucho tiempo ahí, luego bajé por la calle principal y caminé por Costera Alemán, me detuve en dos o tres lugares a beber algo, para cuando regresé al hotel era casi noche. Llovía.
Al entrar a la habitación una muchacha tendida en la cama se puso de pie.
-Perdón, creo que me confundí de habitación
-No, José, José me dejó entrar
-¿Qué José?
-El hombre de las excursiones
Era una muchacha morena de grandes ojos y hermosa figura con dos enormes aros plateados en forma de media luna, fui hasta la heladera y me serví un tequila.
-¿Me permite quedarme?
¿Cuál es tu nombre?
María
¿De dónde sos?
De Cartagena
Silencio.
-¿Cómo es tu casa?
-¿Mi casa?, ¿En Cartagena? ya casi no la recuerdo
Silencio
-¿Llueve?
-No lo sé, no se ve desde aquí
-Entonces llueve y no llueve
Silencio
Quiero que te desnudes, despacio sin quitarte las sandalias
¿Aquí?
No, allá, frente al cuadro
Silencio
-Cuénteme una historia
Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron y el mar ya no existía más.
Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido.
Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios.
Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor: porque las primeras cosas pasaron.
Al otro día fui a bañarme al mar, al salir la luz me cegó, cerré los ojos. Ya cerca del mediodía tomé un taxi hasta el hotel El Mirador.
Pasaron dos horas, quizá más, luego el botones del hotel se acercó y me entregó una esquela que decía: “Encuéntreme en la terraza del hotel Casablanca”.
Le pregunté donde quedaba el hotel Casablanca
-Tiene que subir más alto, por aquella calle –dijo señalando una pequeña calle apenas visible en un extremo de la plaza
Llegué al hotel que estaba en plena reconstrucción o demolición según como se viera, en la primera planta estaban restaurando un mural de Diego Rivera, al llegar a la terraza tomé una fotografía:
-Nada de fotografías dijo en voz alta un hombre con sombrero asomado a un costado del muro y blandiendo un bastón.
Lo reconocí inmediatamente, era como si no hubiera envejecido, era el mismo hombre que diez años atrás me había dado acceso a la red Aleph.
-Venga, acérquese, ¡vea qué vista!, vea el triángulo del sol. Era un hotel magnífico, aquí se filmó La Dama de Shangai
-¿Lo van a demoler?
-No, lo compró el magnate Slim, lo van a convertir en un complejo de apartamentos. Mi avión parte en dos horas, tenemos poco tiempo. Ahora dígame, ¿por qué ha vuelto a Aleph?
-No lo sé
-Por como va quizá nunca llegue a saberlo. Por qué mejor no se dedica a coleccionar sellos postales o a viajar por el mundo, viaje, diviértase, emprenda un viaje sabiendo que al final del viaje, como Odiseo, retornará al hogar. Aleph no le asegura nada.
Yo le advertí, ¿recuerda lo que le dije aquella vez?, le dije que se mantuviera alejado de los poetas, que huyera de ellos como de la peste. Pero no, usted no hizo caso, usted hizo lo que quiso, se lo veía tan arrogante y seguro entonces y mírese ahora, completamente perdido.
Sus amigos quedaron muy decepcionados.
-Estuve enfermo
-Sí, sí, ahórrese los detalles. Ahora escuche, usted vio una película, luego vino aquí a ver la continuación de una película. La película esta siendo filmada por La Resistencia, ellos pretenden implantar sus propias imágenes, llevar a Aleph a un altísimo grado de abstracción donde ninguna forma sea reconocible. Creen que así podrán olvidar el pasado. Se equivocan, la abstracción, el gran paso del paleolítico al neolítico tiene para la mayoría de los estudiosos del arte toda la apariencia de una catastrófica declinación.
-¿Y qué debo hacer?, Aleph me lo ha quitado todo, ahora ya no puedo leer sin pensarlo todo en una cierta relación con Aleph.
-¿Pero acaso no hemos leído demasiados libros?, visto demasiadas películas, lo que vemos hoy es siempre el mismo relato, hoy todos ven lo mismo, nos han obligado a ver de esa forma, pero el relato se ha empobrecido y todo se ha fragmentado. ¿No es hora de dejar de ver y darle un orden a todo lo que hemos visto?. La Unión Soviética no existe, aunque ahora me muestre una fotografía suya en la torre Eiffel, yo le diré: Usted jamás estuvo en Francia, Francia no existe, no ha existido nunca, solo existen signos.
Usted no ha visto nada. Aleph le ofrece un viaje al Centro mismo, recuperará su juventud. Para empezar elegiremos un buen disfraz, luego cuando este preparado elegirá usted ver o no ver, para la próxima vez que nos encontremos deberá firmar unos papeles,
-¿Firmar?, ¿Cómo firmar con una mano que siempre ha temblado?
-Firmará con una gota de su sangre. Alguien se contactará con usted, sería bueno que comience tomando una clase en el Centro de Altos Estudios Aleph.
Dijo eso y después caminó ayudado por su bastón hasta el rellano de la escalera, la sombra que ahora lo cubría lo había hecho envejecer diez años, antes de desaparecer se dio vuelta para mirarme.
-Todo es signo, Vuelva aquí dentro de un año. A propósito, Hamlet fingió su locura ¿no?
-Yo no fingí nada –respondí. Pero el viejo ya se había marchado.
Bajé por el camino de la Pinzona, pasé frente a la serpiente emplumada de la casa de Dolores Olmedo, recordé cuando me habían dicho en Aleph: Cuando llegue el momento la serpiente emplumada lo conducirá a la casa azul.
Volví al hotel El Mirador, abajo, en la segunda planta estaba todo dispuesto para una filmación.
Sentados a una mesa un hombre frente a una mujer, atrás el mar, ella se parece a la dama del cuadro de Maillol, en la película mirará más allá del cuadro, piden silencio, él dice:
- Estos susurros, peores que el silencio, en los que me encierras. Estas jornadas, peores que la muerte, que vivimos aquí juntos, tú y yo, como dos ataúdes, uno al lado del otro bajo la tierra de un jardín inmóvil
Ella responde:
-Eres como una sombra y estás esperando que me acerque
Corte.
El director se dirige a la chica, le tiende la mano y dice:
-Bienvenida al gran juego.
Me acerco sin estar seguro si es ella, le digo que la he visto en Buenos Aires una noche en el bar La Poesía, ella me mira y dice:
-Fue hace tanto tiempo, no creo recordarlo.